El que inventó al Bayern

Hay clubes emparejados con un nombre. El Santos es de Pelé. El Ajax, de Cruyff. El Real Madrid, de Di Stéfano. Pero, hasta donde yo sé, sólo existe un gran club forjado por un solo hombre. El Bayern de Munich no es de Franz Beckenbauer, sino que «es» Franz Beckenbauer. El Bayern parece estar ahí desde siempre. No se concibe el fútbol alemán sin el Bayern. Y, sin embargo, ocurrieron muchas cosas antes de que el Bayern asomara la cabeza, en 1965. Cuando eso sucedió, el Real Madrid tenía en la vitrina cinco copas de Europa, Pelé era el futbolista más célebre, Di Stefano y Kubala se habían jubilado y Cruyff era un debutante muy prometedor en la primera división holandesa.

La historia del Bayern es peculiar y mantiene una relación muy estrecha con la historia contemporánea alemana, un país ocupado tras la Segunda Guerra Mundial y dividido en dos. Alemania es el único país que ha ganado una Copa del Mundo, en 1954, sin tener una Liga nacional. Después de la guerra se crearon ligas regionales y en 1963 se formó la Bundesliga. Por entonces, el Bayern era el segundo equipo de Múnich y no fue admitido. Tuvo que esperar a 1965 para incorporarse a la gran competición.Era ya una institución antigua, formada en 1900 como escisión del MTV 1879, y en 1926 había ganado una copa alemana. Su relativa entidad fue arrasada por el nazismo: el presidente y el entrenador, judíos, huyeron del país; varios futbolistas fueron asesinados y el club, en 1945, tuvo que empezar otra vez desde cero. Bajó a la segunda división regional en 1955 y habría quebrado sin la aportación financiera de Roland Endler, un industrial que asumió la presidencia, pagó parte de las deudas y recuperó al Bayern.

El acceso a la Bundesliga llegó en 1965 de la mano de un chaval de 19 años formado en las categorías infantiles del TSV Munich 1860 y que a los 14 tomó una decisión aparentemente extraña: fichar por los segundones de Baviera. Beckenbauer era un joven que no lo parecía. Mandó desde el primer momento, en el campo y fuera. Quizá su carácter y su gran talento no habrían bastado para tanto mando si su irrupción en el fútbol no hubiera coincidido con la del Bayern en la Bundesliga, con la de Baviera en Alemania y con la de Alemania en el mundo. Todo coincidió.

Los alemanes del norte hacían chistes sobre Baviera, una región pobre cuyos habitantes hablaban un alemán peculiar y se empecinaban en vestir pantalones cortos de cuero y sombreritos ridículos. La factoría muniquesa de BMW fue destruida durante la guerra y sobrevivía de mala manera fabricando una moto con carrocería llamada Isetta bajo licencia italiana; Audi, el otro gran fabricante de motores bávaro, cerró temporalmente tras la guerra.Ambas empresas resurgieron en los 60, al mismo tiempo que el Bayern aparecía en el fútbol de primer nivel y el mundo se asombraba con Beckenbauer.

De alguna forma, las virtudes y defectos de Beckenbauer, deslumbrante (con sólo 20 años) en el Mundial de 1966, fueron asimilados por Baviera y por el Bayern. El éxito de la región y del club se identificaron con la arrogancia, la fuerza de voluntad y la necesidad de vencer de aquel centrocampista tan elegante y tan sobrado que podía resultar odioso. Baviera, el Bayern y Beckenbauer no dejaron de crecer. En 1972, después de que Alemania ganara la Eurocopa, se estrenó el estadio olímpico de Múnich, construido para el Mundial de 1974. El Bayern ganó la Copa de Europa en 1974 (ante el Atlético de Madrid), 1975 y 1976. Beckenbauer, acompañado desde el principio en el Bayern por el goleador Muller y el portero Maier, a los que se unieron los centrocampistas Hoeness y Breitner, fue el culpable de aquella célebre definición de Gary Lineker: «El fútbol es un juego que enfrenta a dos equipos de once jugadores y en el que al final gana Alemania».

La arrogancia natural de Beckenbauer conformó la identidad del Bayern, odiado según los sondeos por casi la mitad de los alemanes y adorado por la otra mitad. El tipo al que desde chaval apodaron Kaiser es el único que lo ha ganado absolutamente todo en el fútbol. Además de sus éxitos en el Bayern, del que fue presidente, obtuvo el Mundial de selecciones como capitán del equipo (1974) y como entrenador novato (1990). La víspera de la final de 1974 ante la temible Holanda de Cruyff, Beckenbauer, que ejercía un mando absoluto bajo la mirada benevolente del seleccionador Helmut Schoen, acortó el entrenamiento. Reunió a sus compañeros y les ordenó que hablaran con un par de periodistas encargados de redactar un libro titulado Así ganamos el Mundial. «Hay que acabar el libro», les dijo, «después de la victoria no tendremos tiempo». Y ganaron, claro.